¿CÓMO
PUEDE EL SER HUMANO REESTABLECER LA RELACIÓN CON SU ENTORNO Y LA NATURALEZA?
Edgar
Morín y Nicola Hulot
Por:
Carlos Alberto Chiñas Narváez
Lic. En Comunicación y estudiante de
la Maestría en Educación
Por la Universidad Popular Autónoma
de Veracruz.
Campus
Agua Dulce, Veracruz.
Pareciera
un escenario catastrófico los años venideros pues cada día sentimos que el
hombre se destruye a sí mismo en su afán de progreso, de dominio y de control
en todos los aspectos de la vida, inclusive hay ocasiones que se atreve a jugar
a ser Dios.
Edgar Morín y Nicola Hulot se plantean
una pregunta muy significativa para nuestro tiempo: ¿Cómo puede el ser humano
restablecer la relación con su entorno y la naturaleza? Y yo me permito
agregarle: ¿Estaremos aun a tiempo?
Para entender el planteamiento de
estos dos autores, es muy necesario conocer algunos datos de ellos, por
ejemplo: Edgar Morín es filósofo, socioantropólogo, profesor investigador y
director emérito del Centro Nacional para la investigación Científica. Su
trabajo ejerce una fuerte influencia sobre la reflexión contemporánea. Por su
parte, Nicolás Hulot, es presidente de la Fundación Nicolás Hulot para la
Naturaleza y el Hombre, que emprende numerosas acciones de sensibilización
sobre los problemas ecológicos.
Es de entenderse entonces, la
preocupación de los autores que hoy nos ocupa por la relación entre el hombre y
la naturaleza.
Decía Mario Bunge: “mientras los
animales solo están en el mundo, el hombre trata de entenderlo; y sobre la base
de su inteligencia imperfecta pero perfectible del mundo, el hombre intenta
enseñorearse de él para hacerlo más confortable”. Y ese afán de dominio ha
hecho que hoy estemos de nueva cuenta al borde del precipicio en torno a
cuestiones ecológicas.
El hombre siempre ha intentado dominar
a la naturaleza y ese ha sido el precio de su autodestrucción. El texto
original de Morín y Hulot, fue publicado en el año de 2007, pero concebido
desde 1972 y aunque pareciera, incluso para los mismos autores, lejano y
difícil de entender en virtud de que la sociedad no veía las agresiones graves
a la naturaleza si no la carrera por el “progreso” y el “desarrollo”, hoy es lo
suficientemente actual como para detenernos un momento y reflexionar sobre lo
que hemos estado haciendo con la naturaleza. No se trata solamente de “dominar”
y volverlo más “confortable” como menciona Bunge, sino de fortalecer la
dinámica del desarrollo sostenible, única vía (y me permito afirmarlo) como la
solución más firme ante nuestros problemas con la naturaleza.
Es por ello, que me permito plantear
la discusión de los autores entorno al significado de la palabra “ecología” y
presuponen una dificultad de entendimiento del término en su simpleza
denotativa, pues afirman que “la palabra “ecología” remiten a lo que denotaban
ya los términos bien conocidos: Medio, Entorno y Naturaleza; pero añade
complejidad al primero y precisión al segundo, y resta mística e incluso
euforia al tercero”.
En cambio proponen utilizar el término
“Ecosistema” pues, argumentan que “la ecología como ciencia natural ha llegado
a esta noción que engloba el entorno físico (biotopo) y el conjunto de las
especies vivas (biocenosis) en un espacio o nicho dado)…digamos
esquemáticamente que el conjunto de los seres vivos en un “nicho” constituye un
sistema que se organiza por sí mismo, creándose un conjunto combinatorio, con
sus determinismos, sus ciclos, sus probabilidades, sus contingencias. Eso es el
ecosistema, (que) se considera a escala de un pequeño –nicho- del planeta”.
El hombre, tal vez ha entendido mal la
sentencia bíblica que decía “vayan y pueblen el mundo, vayan y dominen todo lo
que hay en ella”. Tal vez, y parafraseando a Mario Bunge nos enseñoreamos con
el dominio y el control del planeta por la simple voluntad de pensar y utilizar
la inteligencia.
En palabras de Jean Piaget podemos
decir que “el hombre que piensa estará siempre buscando una síntesis razonada
entre sus creencias, los valores que sostiene y aquello que conoce. Esta suerte
de síntesis la llamará una fe razonada, pero no de conocimiento”. Es por ello
que en su afán de dominio universal ha contravenido las reglas de la madre
naturaleza. Tal vez, a un estemos a tiempo de lograr revertir los daños al
planeta y eso solo será posible tal y como lo propone Morín y Hulot cuando
logremos en verdad tener una conciencia planetaria.
Morín y Hulot afirman en su obra que
degradar al ecosistema supone degradar al hombre, pues el hombre, como todo
animal, se nutre no solo de energía, sino también de orden y de complejidad.
Así pues, cuanto más independiente nos hacemos más dependientes del mundo
exterior nos volvemos: éste es el problema de la sociedad moderna que cree
emanciparse del mundo exterior dominándolo.
Cuanto más evolucionado sea un
sistema, es decir, más complejo y más rico, más abierto será. El hombre es el más
abierto de todos los sistemas, el más dependiente en la independencia.
Para concluir, debemos de retomar la
idea de que el hombre como todo ser vivo es coautor, cooperador y coprogramador
de su propio desarrollo. Los autores se atreven a afirmar que es necesario
revertir toda la ideología occidental desde Descartes que hacia al hombre
sujeto en un mundo de objetos. Es la ideología del hombre como unidad insular,
mónada cerrada en el universo contra la que el romanticismo solo logro
reaccionar poéticamente, contra la que el cientificismo solo pudo reaccionar
mecánicamente convirtiendo también al hombre en una sola cosa. El capitalismo y
el marxismo, afirman Morín y Hulot, continuaron exaltando la victoria del
hombre sobre la naturaleza, como si aplastar la naturaleza fuese la más épica
proeza. Esta ideología de los Cortes y de los Pizarro (citados por Morín y
Hulot) del ecosistema conduce de hecho al suicidio; la naturaleza vencida
supone la autodestrucción del hombre.
Ante este escenario, es de suma
importancia rescatar lo que significa la conciencia ecológica:
De acuerdo a Marín y Hulot, la
Conciencia ecológica es: 1.- la conciencia de que el entorno es un ecosistema,
esto es, una totalidad viva auto-organizada en si misma (espontánea) y 2.- la
conciencia de la dependencia de nuestra Independencia, es decir, de la relación
fundamental con el ecosistema que nos lleva a rechazar nuestra visión del mundo
objeto y del hombre insular.
La verdadera toma de conciencia
ecológica (afirman los autores) supone que el crecimiento industrial no es el
marco rígido en el interior del cual deban situarse todos nuestros debates y
problemas políticos y sociales; es preciso considerar este crecimiento como un
feed back positivo (es decir, el incremento de una desviación con respecto al
ecosistema), como un enorme incremento de entropía (esto es, de desorden en el
entorno, de las fuerzas de desintegración en el ecosistema) y como una
tendencia exponencial que tiende al infinito (es decir, a cero, a la
destrucción), como lo haría una explosión demográfica no contralada.
Por último, quiero retomar dos
propuestas de los autores: Primero: “Un problema enorme que es el de la
política a escala planetaria, pues es evidente que el control del crecimiento debe
venir de las necesidades planetarias y no sólo de las naciones
industrializadas” y segundo: “Hay que plantear la cuestión del desarrollo del
hombre, es decir de una mutación de la organización social entera”.
Solo cabría preguntarnos: ¿Cómo
conjugar los intereses sociales y culturales de la humanidad? Y ¿Podrá la
humanidad sujetarse a una política planetaria?
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