BASES
BIOSOCIOLÓGICAS DE LA EDUCACIÓN
Por Carlos Alberto Chiñas Narváez
Lic. En Comunicación.
INTRODUCCION
Resulta
por demás interesante conocer que la educación es un proceso en el que tanto
estudiantes como maestros cambian juntos en forma congruente en tanto
permanecen en interacciones recurrentes, de modo que los estudiantes aprenden a
vivir con sus maestros en cualquier dominio de vida donde estos últimos los
encaminen.
Partiendo de que la educación
cognitiva tiene una visión de que los humanos están cultural y genéticamente dotados
e inclinados a ser emprendedores, así como transformadores y generadores de
información, teniendo, por lo tanto, el potencial para ser participantes
activos y beneficiarios de la edad de la información.
En mi perspectiva, la educación es un
proceso de transformación de vidas conjunta con una orientación definida por la
manera de vivir de esa persona que actúa como padre o maestro.
La educación tiene que ver con el alma, la mente, el espíritu, es
decir, con el espacio racional o psíquico que vivimos y que deseamos que vivan
nuestros niños he ahí la importancia de la labor del docente, pues se convierte
muchas veces en el guía o indicador de una formación.
Es tarea de los educadores hacer uso
de la enseñanza, cualquier enseñanza, como medio para educar en la creación del
espacio viviente que llevara al estudiante a llegar a ser un ser humano
responsable, socialmente consciente y que se respeta a sí mismo, si no busca
lograr este objetivo, el docente no estaría cumpliendo con su labor social y
fracasaría.
DESARROLLO
Tomando en cuenta el uso del lenguaje,
debemos reconocer que el lenguaje es un modo de vivir juntos en el flujo de
coordinaciones recurrentes de conductas consensuales, y es nuestra vida en lenguaje
como el tipo particular de primates bípedos que somos, lo que nos torna humanos
y nos hace seres humanos sociales.
Solo el amor expande la conducta inteligente
al ensanchar el dominio relacional en el cual uno opera, expandiendo la esfera
de posible conducta consensual.
La vida humana no está genéticamente predeterminada,
ni estamos genéticamente predeterminados para ser de un tipo u otro de ser
humano. Esto es lo que significa que nosotros, los seres humanos, somos seres
que aprenden, y esto es así, no importa cuánto se hable hoy en día acerca de
determinismo genético. En estas circunstancias, el tipo de ser humano que
llegara a ser el niño al crecer, surge como una identidad sistémica conservada
en una dinámica de interacciones en el dominio humano en el que él o ella viven,
sea esto en casa, en la escuela, la calle o el hogar del mundo en general. En esta
dinámica sistémica, el niño que crece contribuye a conservar al mundo que surge
en sus interacciones con otros seres humanos de la misma manera en que los adultos
contribuyen a conservarla, es decir a vivirla. Pero, cómo vivimos o qué modo de
vida realizaremos, depende de nuestra emocionalidad, no de nuestra razón. Nuestro
conocimiento, es decir, lo que sabemos hacer, es nuestro instrumento de hacer
en cualquier dominio, sea este abstracto o concreto manipulativo. A esto se
debe que la tarea de la educación, en la medida en que tiene que ver con la
configuración del modo de vida del niño que crece, es una tarea que tiene que
ver con el espacio psíquico emocional que el niño aprende a vivir en casa y en
la escuela, no con los hechos que el niño pueda aprender en cualquier dominio
relacional. Los hechos abstractos y concretos que el niño o niña aprenden junto
con su educación son instrumentos para su empleo en la realización del tipo de
vida humana que él o ella van a llevar y conservar en su vida. Y la manera en
que uno emplea el conocimiento de uno en la vida depende del modo de vida que
uno vive. Pero el modo de vivir que uno vive, es determinado por la emocionalidad,
por ese espacio psíquico emocional que uno aprendió a vivir de niño, no por el
conocimiento o los tipos de argumentos racionales que una puedan haber acumulado
a lo largo de la vida de él o de ella.
Es por lo anterior, que basándonos en
el pensamiento filosófico de Maturana, nos permitimos afirmar que la biología del
amor es la dinámica relacional que origina la calidad de lo humano en la
historia de nuestro linaje. Cuando hablamos, implicamos, evocamos o connotamos la
biología del amor, hablamos, implicamos, evocamos las condiciones sistémicas de
la construcción de lo humano evolutivo y ontogénico.
Considero que es fundamental que los educadores
sepan que la vida humana sigue el curso de la emociones, no de la razón y que
esto no es una limitación sino un rasgo de nuestra constitución humana como
seres vivo.
La educación, pues, debe producirse en
el concomimiento y comprensión de que la emociones son la base de todo lo que hacemos,
incluyendo nuestra racionalidad.
Biológicamente, las emociones corresponden
a dinámicas corporales internas que especifican los tipos de conductas relacionales
en que puede participar un animal en cualquier momento. Sin embargo, las emociones
ocurren en el espacio del organismo. Esto significa que, aunque las emociones
surgen en el flujo de nuestra dinámica corporal interna, aquello que
distinguimos al distinguir emociones en la vida diaria, son tipos o clases de conductas
relacionales que las constituyen. Así por ejemplo, el amor es el dominio de
esas conductas relacionales a través de las cuales otro emerge como un legitimo
otro en coexistencia con uno mismo y, en términos similares; agresión es el
dominio de aquellas conductas relacionales a través de las cuales otro es
negado como un legitimo otro en coexistencia con uno mismo.
CONCLUSION
Nosotros, los seres humanos, pertenecemos
a una historia evolutiva definida por un modo de vida centrado en el amor, no
es la agresión, a tal punto que enfrentamos a cualquier edad cuando se nos
priva de amor. En el niño, la enfermedad por privación de amor, acarrea por
resultado una interferencia seria con el crecimiento de él o ella como ser humano
que se respeta a sí mismo, que puede vivir como persona consiente y socialmente
responsable.
Es debido a que somos seres humanos
amorosos que pensamos que el espacio educacional
debe ser también un espacio de amor, cooperación y respeto mutuo, no de
rivalidad o lucha. Es porque somos seres amorosos que pensamos que el espacio
educacional debe ser aquel en que, si parece necesario hacer una corrección lo
que corrige es lo que el niño hace, no lo que él o ella es.
El aprendizaje y dificultades de
conducta que muestran los niños en la escuela o en casa No surgen de
dificultades intelectuales o de rasgos intrínsecos de su personalidad, sino que
emergen de su vida en un espacio relacional en el cual el amor es negado y se
puede solucionar restituyendo el amor.
Un profesor puede contribuir al
aprendizaje de sus alumnos de cualquier capacidad operacional que él o ella
enseñan, solo actuando a partir de sus propias habilidades operacionales,
libertad reflexiva y capacidad para hacer lo que él o ella enseñan en autor
espeto.
Los estudiantes, a cualquier edad,
acuden a la escuela desde un mundo cultural que ellos han vivido como una red
de conversaciones que ha hecho de ellos lo que son en ese momento. De modo que
los estudiantes son en si el fundamento mismo de su llegar a ser seres sociales
responsables, social y ecológicamente consientes, que pueden aprender cualquier
cosa.
Para concluir, nosotros creamos el
mundo que vivimos a medida que lo vivimos, y hacemos esto momento a momento.
BIBLIOGRAFIA
BIOLOGIA
DEL FONOMENO SOCIAL.
Maturana Romesin, Humberto.
“transformación en la convivencia.
J.C. Saéz Editor, Chile.
2007.
BASES
BIOLÓGICAS DEL AMOR COMO FUNDAMENTO DE LA FORMCION HUMANA EN LA EDUCACION.
Maturana Romesín, Humberto y Nisis de
R. Sima.
“Transformación en la convivencia”
J.C. Saéz Editor, Chile.
2007.
VISION
EN CONJUNTO
Gutiérrez Pérez, Francisco.
“Educación y formación de personas
adultas.
Xalapa, México: IVE (en edición)
2011.
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