domingo, 13 de mayo de 2012






BASES BIOSOCIOLÓGICAS DE LA EDUCACIÓN

Por Carlos Alberto Chiñas Narváez

Lic. En Comunicación.



INTRODUCCION



            Resulta por demás interesante conocer que la educación es un proceso en el que tanto estudiantes como maestros cambian juntos en forma congruente en tanto permanecen en interacciones recurrentes, de modo que los estudiantes aprenden a vivir con sus maestros en cualquier dominio de vida donde estos últimos los encaminen.



Partiendo de que la educación cognitiva tiene una visión de que los humanos están cultural y genéticamente dotados e inclinados a ser emprendedores, así como transformadores y generadores de información, teniendo, por lo tanto, el potencial para ser participantes activos y beneficiarios de la edad de la información.



En mi perspectiva, la educación es un proceso de transformación de vidas conjunta con una orientación definida por la manera de vivir de esa persona que actúa como padre o maestro.



La educación tiene que  ver con el alma, la mente, el espíritu, es decir, con el espacio racional o psíquico que vivimos y que deseamos que vivan nuestros niños he ahí la importancia de la labor del docente, pues se convierte muchas veces en el guía o indicador de una formación.



Es tarea de los educadores hacer uso de la enseñanza, cualquier enseñanza, como medio para educar en la creación del espacio viviente que llevara al estudiante a llegar a ser un ser humano responsable, socialmente consciente y que se respeta a sí mismo, si no busca lograr este objetivo, el docente no estaría cumpliendo con su labor social y fracasaría.



DESARROLLO



Tomando en cuenta el uso del lenguaje, debemos reconocer que el lenguaje es un modo de vivir juntos en el flujo de coordinaciones recurrentes de conductas consensuales, y es nuestra vida en lenguaje como el tipo particular de primates bípedos que somos, lo que nos torna humanos y nos hace seres humanos sociales.



Solo el amor expande la conducta inteligente al ensanchar el dominio relacional en el cual uno opera, expandiendo la esfera de posible conducta consensual.



La vida humana no está genéticamente predeterminada, ni estamos genéticamente predeterminados para ser de un tipo u otro de ser humano. Esto es lo que significa que nosotros, los seres humanos, somos seres que aprenden, y esto es así, no importa cuánto se hable hoy en día acerca de determinismo genético. En estas circunstancias, el tipo de ser humano que llegara a ser el niño al crecer, surge como una identidad sistémica conservada en una dinámica de interacciones en el dominio humano en el que él o ella viven, sea esto en casa, en la escuela, la calle o el hogar del mundo en general. En esta dinámica sistémica, el niño que crece contribuye a conservar al mundo que surge en sus interacciones con otros seres humanos de la misma manera en que los adultos contribuyen a conservarla, es decir a vivirla. Pero, cómo vivimos o qué modo de vida realizaremos, depende de nuestra emocionalidad, no de nuestra razón. Nuestro conocimiento, es decir, lo que sabemos hacer, es nuestro instrumento de hacer en cualquier dominio, sea este abstracto o concreto manipulativo. A esto se debe que la tarea de la educación, en la medida en que tiene que ver con la configuración del modo de vida del niño que crece, es una tarea que tiene que ver con el espacio psíquico emocional que el niño aprende a vivir en casa y en la escuela, no con los hechos que el niño pueda aprender en cualquier dominio relacional. Los hechos abstractos y concretos que el niño o niña aprenden junto con su educación son instrumentos para su empleo en la realización del tipo de vida humana que él o ella van a llevar y conservar en su vida. Y la manera en que uno emplea el conocimiento de uno en la vida depende del modo de vida que uno vive. Pero el modo de vivir que uno vive, es determinado por la emocionalidad, por ese espacio psíquico emocional que uno aprendió a vivir de niño, no por el conocimiento o los tipos de argumentos racionales que una puedan haber acumulado a lo largo de la vida de él o de ella.



Es por lo anterior, que basándonos en el pensamiento filosófico de Maturana, nos permitimos afirmar que la biología del amor es la dinámica relacional que origina la calidad de lo humano en la historia de nuestro linaje. Cuando hablamos, implicamos, evocamos o connotamos la biología del amor, hablamos, implicamos, evocamos las condiciones sistémicas de la construcción de lo humano evolutivo y ontogénico.



Considero que es fundamental que los educadores sepan que la vida humana sigue el curso de la emociones, no de la razón y que esto no es una limitación sino un rasgo de nuestra constitución humana como seres vivo.



La educación, pues, debe producirse en el concomimiento y comprensión de que la emociones son la base de todo lo que hacemos, incluyendo nuestra racionalidad.



Biológicamente, las emociones corresponden a dinámicas corporales internas que especifican los tipos de conductas relacionales en que puede participar un animal en cualquier momento. Sin embargo, las emociones ocurren en el espacio del organismo. Esto significa que, aunque las emociones surgen en el flujo de nuestra dinámica corporal interna, aquello que distinguimos al distinguir emociones en la vida diaria, son tipos o clases de conductas relacionales que las constituyen. Así por ejemplo, el amor es el dominio de esas conductas relacionales a través de las cuales otro emerge como un legitimo otro en coexistencia con uno mismo y, en términos similares; agresión es el dominio de aquellas conductas relacionales a través de las cuales otro es negado como un legitimo otro en coexistencia con uno mismo.



CONCLUSION



Nosotros, los seres humanos, pertenecemos a una historia evolutiva definida por un modo de vida centrado en el amor, no es la agresión, a tal punto que enfrentamos a cualquier edad cuando se nos priva de amor. En el niño, la enfermedad por privación de amor, acarrea por resultado una interferencia seria con el crecimiento de él o ella como ser humano que se respeta a sí mismo, que puede vivir como persona consiente y socialmente responsable.



Es debido a que somos seres humanos amorosos que pensamos  que el espacio educacional debe ser también un espacio de amor, cooperación y respeto mutuo, no de rivalidad o lucha. Es porque somos seres amorosos que pensamos que el espacio educacional debe ser aquel en que, si parece necesario hacer una corrección lo que corrige es lo que el niño hace, no lo que él o ella es.



El aprendizaje y dificultades de conducta que muestran los niños en la escuela o en casa No surgen de dificultades intelectuales o de rasgos intrínsecos de su personalidad, sino que emergen de su vida en un espacio relacional en el cual el amor es negado y se puede solucionar restituyendo el amor.



Un profesor puede contribuir al aprendizaje de sus alumnos de cualquier capacidad operacional que él o ella enseñan, solo actuando a partir de sus propias habilidades operacionales, libertad reflexiva y capacidad para hacer lo que él o ella enseñan en autor espeto.



Los estudiantes, a cualquier edad, acuden a la escuela desde un mundo cultural que ellos han vivido como una red de conversaciones que ha hecho de ellos lo que son en ese momento. De modo que los estudiantes son en si el fundamento mismo de su llegar a ser seres sociales responsables, social y ecológicamente consientes, que pueden aprender cualquier cosa.



Para concluir, nosotros creamos el mundo que vivimos a medida que lo vivimos, y hacemos esto momento a momento.























BIBLIOGRAFIA



BIOLOGIA DEL FONOMENO SOCIAL.

Maturana Romesin, Humberto.

“transformación en la convivencia.

J.C. Saéz Editor, Chile.

2007.



BASES BIOLÓGICAS DEL AMOR COMO FUNDAMENTO DE LA FORMCION HUMANA EN LA EDUCACION.

Maturana Romesín, Humberto y Nisis de R. Sima.

“Transformación en la convivencia”

J.C. Saéz Editor, Chile.

2007.



VISION EN CONJUNTO

Gutiérrez Pérez, Francisco.

“Educación y formación de personas adultas.

Xalapa, México: IVE (en edición)

2011.


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